Hay algunas cosas extrañas en este libro y es mi deseo contártelas, apreciado lector. Aquello de que la confianza y la credibilidad es vital en la relación entre el texto y quien lo lee me motiva a ser franca y abierta en esta preliminar, antes de que el viaje de la lectura comience y no haya vuelta atrás.
Mi primera recomendación: no te creas mucho eso que dicen por ahí sobre la literatura teatral como algo que solo le interesa a quienes se montan en el escenario a representar sus historias. Para nada es así.
Estoy convencida que la imaginación es poderosísima herramienta en la construcción mental de lo que llamamos la representación escénica y que la experiencia del convivio, como también se le dice a la asistencia del espectador a la sala de teatro para ver un montaje, es enérgica y determinante en quien ha entrenado sus sentidos a través de la dramaturgia leída y mimetizada como acto de contundente revelación. Son certezas, más que creencias, las que me conducen en este acto inicial de expiación de culpas.
Comienzo por confesar que me intriga la rara relación entre los números tres y cuatro que se estableció, sin mucho pensarlo, en la creación del contenido del libro. Son tres textos escritos para dos actrices y un actor, cada uno en su peculiar esencia.
Sin embargo, en ellos viven cuatro protagonistas y de ahí que la ecuación 3 = 4 genera un problema de arranque en la comprensión de su naturaleza. Comencé intentando darme una explicación estructuralista con principios propios de las teorías literarias y los estudios del género teatral en sí mismos, pero pronto descarté esa vía: no me identifico como escritora de monólogos, a pesar que aquí, estimado lector, lo que encontrarás son dos soliloquios y un unipersonal.
La paradoja viene dada, si aún me puedo justificar, en que las historias que estás a punto de descubrir están nutridas por la existencia y devenires de muchísimos otros personajes, por lo que sería injusto darle el crédito exclusivo solo a los cuatro principales de los tres textos. El sentido espiritual en lo numérico siempre nos lleva a la idea de la divina trinidad antes la presencia del tres, mientras que el cuatro nos conduce a la estructura que otorgan los puntos cardinales.
La tensión, entonces, se presenta clara: estos personajes quieren expandirse fuera de estas historias, pero sus propias misiones los une en un universo común que los conecta y los hace parte de una experiencia única, incluso a pesar de la inestabilidad que generan entre el desear y el hacer. Esto me lleva a una segunda revelación: el tema conductor en este libro orbita alrededor del equilibrio mental de sus personajes.
Aunque no venga al caso, es bastante probable que esta honesta cualidad compartida entre ellos sea, a su vez, una proyección de mi propia indagación psíquica y por ello se presenta de modo natural, en ocasiones sin generar mayores trances. Aun así, como la existencia del conflicto es la base fundamental en la estructura dramática de un texto teatral, el devenir de las acciones entre ellos y sus historias relatadas está tamizado por la probable irrealidad de la percepción del mundo que los rodea y la más segura incerteza de que al exponer sus emociones, sentires y memorias, lo que están es dando rienda suelta a los delirios que se producen en el caudal de frustraciones, rechazos y negaciones, que contiene sus propias vivencias ficcionales.
Porque es así: nada en estas páginas es real y, al mismo tiempo, su contenido se fundamenta en una autenticidad cruda y demoledora, propia de estos tiempos desestabilizados. .