La historia de Mari es una de esas narrativas que evocan tanto ternura como tragedia, una mezcla de esperanza y desesperación que ilustra la frágil belleza del amor verdadero enfrentado a las adversidades de la vida. Mari: La Niña de un Mundo de SombrasMari nació en Bélgica, en el seno de una familia profundamente católica y conservadora.

Desde pequeña, se le inculcaron estrictos valores morales que limitaron drásticamente su percepción del mundo y sus experiencias con él. La casa de Mari era un lugar donde todo era pecado y el miedo a lo desconocido, especialmente a los hombres, era omnipresente.

Para sus padres, cualquier contacto con el sexo opuesto se veía con recelo y prohibición. Creció aislada, sin apenas hablar con chicos, y su primer beso no llegó hasta los 17 años.

Incluso entonces, el acto estuvo cargado de culpa y temor. La rigurosa vigilancia de sus padres significaba que su vida social era casi inexistente.

Solo podía salir los domingos por la tarde de tres a siete, y cualquier tipo de relación más allá de un inocente beso estaba fuera de su alcance. Esta represión creó una joven llena de miedo y confusión, que miraba el mundo con ojos ansiosos pero limitados.

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