Lejos del mundanal ruido de las grandes ciudades y disfrutando de la calma que le ofrece el pequeño pueblo asturiano en el que reside, Jon lleva una vida tranquila. Todos los días realiza un poco de ejercicio y su alimentación es muy sana.

Él intenta no interactuar mucho con los habitantes del municipio en el que lleva viviendo desde hace varios años, y procura no llamar la atención de ningún vecino. En su hogar, la vieja casa que compró cuando llegó a ese pueblo y que ha reformado para que sea lo más acogedora y confortable posible, aún conserva varias armas, y la razón de que las tenga, aparte de por su propia seguridad, es porque, de vez en cuando, sale del municipio para solucionar algunos asuntos de los que ve en los medios de comunicación; asuntos de los que la justicia actual no puede hacerse cargo.

Y es que, aunque no quiere volver a hacer lo que ha estado haciendo gran parte de su vida, motivo por el que no mantiene contacto con nadie de su pasado, hay algo que no puede reprimir, y es el malestar y el odio que le producen las injusticias, por eso cuando ve que se comete alguna y que con las leyes actuales no se puede hacer nada al respecto, intenta solucionar ese problema en cuestión, encargándose personalmente de ello. Y así, día a día, procura seguir con ese estilo de vida, gozando de una gran paz y, en algunas ocasiones, realizando algún "trabajo" por el bien social.

Mientras él goza de su nueva vida, en la capital del país sucede algo que nada ni nadie podría predecir; algo del tal magnitud y tan delicado, que, en cuestión de pocas horas, gran parte del planeta permanece pendiente de todo lo que ocurre en una zona concreta de Madrid. Al enterarse de eso, Jon tendrá que volver a recurrir a su viejo amigo, Juan Abad, para que le ayude a solucionar ese problema lo más rápido posible, pues está en peligro la única prueba fehaciente de su existencia; la única persona que puede corroborar su paso por este mundo, su propio hijo.

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