Estamos hechos para mirar y ser mirados, oler y ser olidos, acariciar y ser acariciados, besar y ser besados, chupar y ser chupados, devorar y ser devorados. Cada centímetro de nuestra piel contiene una gran cantidad de centros sensoriales.

Por lo tanto, nuestra carne es algo más que una capa protectora para huesos y órganos, es un impresionante emisor y receptor de sensaciones que a lo largo de los siglos ha sido objeto de diversas representaciones artísticas ( escultura, pintura, fotografía y celuloide) así como de otras tantas meditaciones que han ido más allá de lo meramente anatómico (ejemplos de esto son la representación simbólica de la gran madre que equipara las capacidades generadoras de vida y alimento del individuo femenino con las de la naturaleza que lo rodea o el hermafrodita que simboliza el principio alquímico y hermético de interactuación de los contrarios). Es por todo esto que, a lo largo de la mayoría de los relatos que aquí se pueden encontrar, el lector se hallará ante un universo donde la carne se convierte en el motor de la acción, donde erotismo y canibalismo se confunden en un delicioso banquete para los sentidos y el cuerpo se transfigura en un potencial instrumento para la autoconservación que lo hace transcender más allá de su concepción como objeto meramente anatómico.

Así que te doy la bienvenida a este festín donde prometo intentar hacer que tus sentidos enloquezcan letra a letra, palabra a palabra, bocado a bocado. .