No había tenido una vida fácil, mi madre había sido prostituta toda su vida, se detuvo cuando Tomasso Romano la encontró y se la quedó. Le daba una pensión mensual para ella, luego la aumentó cuando supo que yo estaba en camino.

Los siguientes años fueron un borrón para mí, entonces cumplí catorce años y todo fue a peor, mi adolescencia se convirtió en una zona de guerra y yo debía ganar. Un día apareció mi medio hermano y me sacó de Lyon para dejarme en un país diferente.

La primera vez que conocí a sus hijos fue de lejos, aunque Venus y Ares habían insistido en que me acercara, yo no estaba listo para estar junto a unos niños. Pasaron los años, mi carácter se endureció, la amargura era mi pan de cada día.

Los recuerdos de una vida pasada me ahogaban cada noche, apenas dormía y, entonces, apareció. Un maldito Diablo con apariencia de ángel.

Pintura roja por toda mi maldita cara, mi ropa manchada por su culpa. Iba a castigarla, aunque quizás no de la forma en que ella pensaba.

Sólo tenía que esperar a que Perséfone me fuera entregada por su propio padre. .