Como el tiempo pasa a veces a una velocidad increíble y después de 28 mudanzas por el mundo, el manuscrito de dicha novela continuaba en mis archivos, reclamando poder ver el día. Esta es mi segunda novela que continuó la trágica desaparición de mi primera novela: “Los Desamparados" cuyo manuscrito me llevé a París en 1965, para revisarlo y terminarlo, pero el destino quiso darle otra finalidad al texto original, pues terminó perdiéndose con mis maletas que no llegaron a destino.

Después de esta tragedia sentimental decidí dedicarme a la poesía lírica por muchos años y producir y producir poesía de la nostalgia, como lo decían unos buenos amigos de la Academia Boliviana de la Lengua. Mas con el tiempo, no quise dejarme llevar por los malos recuerdos y volví a reincidir con una novela corta dedicada a esas figuras que siempre encontramos en nuestras existencias en el exterior que algunos llaman "embajadores a la carrera", que se dan la pena de introducirse en la vida diplomática, como lo harían algunos personajes bien intencionados de una Comedia, pero que las circunstancias existenciales los llevan a convertirse en héroes de sus generaciones, que navegan a veces a contrasentido, pero que siempre encuentran homónimos que los alientan, que les colaboran y logran al fin, quizás más que funcionarios de carrera sofisticados que se pierden muchas veces, en la burocrática vida de un diplomático, como hay tantos en esta Viña del Señor y París no podía ser la excepción.

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