Escribí estas cartas para mi hijo, Mateo. Al empezar a escribirlas él tenía 4 años.

Pensaba enviárselas por correo electrónico, para que las lea cuando sea grande. Pero luego decidí que quería entregárselas yo mismo, físicamente, en sus manos.

Las cartas contienen mis respuestas a algunas preguntas que él me hizo, y que yo respondí lo mejor que pude en su momento. También incluí muchas cosas que escribí durante mi vida, sin saber para quién las escribía.

Ahora sé que las escribía para él. Las imprimí y se las mostré.

“¿Qué es esto? ¿Es un libro?” Sí, es un libro para ti. “¿Es una historia? ¿Tiene dibujos?” No, no es una historia y no tiene dibujos, pero puedo escribirte un cuento luego.

“¡Tiene muchas palabras!” Sí, ya las leerás cuando seas grande. “OK”.

Y nos fuimos a jugar juntos. Hijo mío, si eres tú leyendo esto, espero que este libro, tu libro, te sirva de algo.

Perdóname por cada vez que perdí la paciencia contigo. Y recuerda que te amo siempre, sin condiciones, hasta el infinito.

Sólo Dios y tu madre pueden amarte más que yo. Kuyaiki! (te amo).