Hay un creciente número de indicadores que muestran que hemos arribado finalmente a una suerte de apocalipsis monetario, en que imprimimos dinero ad infinitum en un pozo sin fondo, generando con ello no sólo distorsiones fiscales, sino irremediablemente crisis financieras cada cinco a diez años. Entre muchos de los dañinos efectos de la emisión infinita de deuda, destaca el efecto Cantillon (término acuñado hace más de dos siglos en Inglaterra), en que los que están cerca del grifo monetario se benefician con acceso a crédito abundante y a bajo costo versus aquellos que están más lejanos y reciben en comparación una leve neblina, además de los efectos nocivos de dicha emisión excesiva de masa monetaria, a saber, hiperinflación o inflación desmedida (que no es otra cosa que tributos sin una debida representación), desempleo y confiscación.

El liberalismo y su corcel, el capitalismo, en su versión más reciente y galopante estaría mejor servido si avanzamos hacia una creciente separación estado-dinero, una suerte de calvinismo monetario, utilizando para ello nuevas formas de dinero más sólidas, menos susceptibles a los vaivenes del poder centralizado y a la política. A ratos pareciera que el flanco débil del capitalismo comienza a abrirse por la misma herida que exuda este exceso de endeudamiento a todas luces incontenible, en un círculo vicioso de crisis-estímulo-crisis.

Un abusivo intervencionismo monetario en la economía pareciera estar al centro de estos ciclos o, continuando con la metáfora, el jinete pareciera querer intervenir con sus jaloneos en demasía el libre desplazamiento y rumbo natural del corcel. En consecuencia, se hace evidente que el abandono del respaldo del patrón oro como mecanismo de contención de excesos monetarios constituyó un gran error que un siglo más tarde seguimos pagando encarecidamente.

Observando el panorama anterior, alguien puede con justa razón preguntarse: ¿en qué momento se malogró el orden mundial?, ¿por qué abandonamos un sistema monetario que trajo gran estabilidad y prosperidad a las naciones? Más importante aún; ¿podemos restablecer un orden que recupere algunas cualidades del dinero sólido no tan sólo para las naciones sino principalmente para las personas?. .